En los últimos decenios, los estudios sobre la censura de libros y los grandes índices prohibitorios y expurgatorios de los siglos XVI y XVII han renovado nuestro conocimiento de los sistemas de control del manuscrito y el impreso en la Primera Edad Moderna, y han abierto perspectivas impensadas para comprender el impacto de los instrumentos de intervención en la textualidad en la historia intelectual europea. La aproximación dominante ha adoptado, con pocas excepciones, la perspectiva de la bibliografía material, de la historia del libro, de la Iglesia y de las instituciones (fundamentalmente de las inquisiciones nacionales y de la Congregación del Índice), y se ha centrado más, y con gran rigor, en el examen de los actos y de la actividad censoria, en detrimento del análisis de los principios teológicos que la sustentan.